Un sector importante de parlamentarios del Frente Amplio (FA) ha firmado un acuerdo de oposición con los partidos de la ex Nueva Mayoría (exNM). Se han restado, por un lado, la bancada parlamentaria del Partido Humanista, y por otro, el Partido Igualdad (así como otros partidos del FA que no tienen representación parlamentaria), que ha manifestado su rechazo. El acuerdo plantea una “coordinación” en torno a la actividad de oposición al gobierno, especialmente en las siguientes materias: reforma al sistema de pensiones propuesta por el Gobierno; impedir que en materia tributaria se lleven adelante modificaciones que reduzcan los recursos indispensables del Estado para abordar necesidades sociales; no aceptar ningún retroceso a la Ley de Inclusión, que devuelva la segregación en educación; construir acuerdos mínimos frente a la agenda laboral; ejercer nuestra mayoría parlamentaria para que el Congreso abra espacios institucionales de diálogo con los Pueblos Indígenas; responder al populismo y demagogia legislativa del Gobierno; legislar a favor del combate a la delincuencia, con medidas integrales y efectivas; y poyar aquellas iniciativas que busquen una verdadera descentralización del Estado.
En términos generales, bien podríamos estar de acuerdo con el hecho de que la oposición debe estar coordinada, sobre todo ante un gobierno que además de enarbolar las banderas propias de la derecha como son la privatización, la financiación de la economía y restricción de derechos sociales, se agregan una serie de políticas reaccionarias y conservadoras en materias de género, infancia, política internacional y pueblos indígenas. Sin embargo, realizar un acuerdo de coordinación sin ningún compromiso (como proponía el Partido Humanista como requerimiento) con partidos políticos que sólo el año pasado apoyaron a más del 90% de las propuestas legislativas del gobierno de Sebastián Piñera, como la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Radical (PR), sino que durante décadas gobernaron Chile bajo la bandera del proyecto neoliberal, privatizador y de financiación de la economía, y con una política internacional pronorteamericana y hostil a los pueblos indígenas (como fueron los gobiernos de Frei, Lagos y Bachelet), nos parece totalmente utilitarista, cortoplacista y desesperanzada… A lo que se agrega el hecho de que no sabemos qué compromisos a espaldas de la ciudadanía se acordaron para que partidos como la DC y el PPD hayan estado dispuestos a firmar; además del hecho de que esta “coordinación” sirve a la exNM para impulsar su política de “todos contra la derecha”, único salvavidas disponible para contener su resquebrajamiento como coalición que otrora fue hegemónica.
Por si fuera poco, veinticuatro horas después de la firma del acuerdo de coordinación, tres parlamentarios de la DC señalan haberse informado por la prensa, no reconocen validez al documento y lo limitan a un acuerdo de “jefes de bancada”.
En la presente columna, no ahondaremos en el acuerdo de coordinación de la llamada oposición, puesto que este es sólo expresión o síntoma de algo que afecta profundamente al FA: la falta de proyecto histórico, que no sólo se encuentra ausente en cuanto a las ideas y utopía, sino en la organización misma. Síntoma también ha sido la parlamentarización de la política del FA, puesto que no ha sido capaz de generar arraigo territorial y vínculos sociales, ni siquiera dialogo con sus bases, por lo que este acuerdo era desconocido para los activistas e inscrita e inscritos en el FA, y como nos hemos enterado ahora, también para el resto de parlamentarios…
Ante estas enormes limitaciones (falta de proyecto histórico y ausencia de vínculos sociales) voces de desesperanza que se ocultan bajo un manto de pragmatismo han podido imponer sus tácticas de “gobernabilidad”, que implican acuerdos con la exNM no sólo en el parlamento, sino para las próximas elecciones municipales (2020) e incluso nacionales (2021).
En la coyuntura del Congreso Orgánico del FA (abril-agosto), se hace necesario abordar y poner en camino las soluciones a los problemas de proyecto histórico, orgánica y vínculos sociales. Hay que ir más allá del parlamento y las instituciones. Debemos generar arraigo en la sociedad civil, movilizar la base social del FA, rearticular el tejido social y ciudadanizar la participación y decisión política.
¿OPOSICIÓN ANTINEOLIBERAL JUNTO A LA EX NUEVA MAYORÍA?
Sin duda el acuerdo de coordinación parlamentaria iba a ser conflictivo, especialmente ante la ausencia de un documento de compromiso como el propuesto por el Partido Humanista (PH), a diferencia del acuerdo de “disposición” organizado por Revolución Democrática (RD) y finalmente instituido. Pero nunca nos hubiésemos imaginado que veinticuatro horas después ya sería desmentido por la parlamentarios DC.
Existió ya una negociación política parlamentaria para el año 2018 y partidos como la DC y el PR no tuvieron ningún apremio por cumplirlo, todo lo contrario, esquivaron sistemáticamente los compromisos y apoyaron más del 90% de las leyes del gobierno de Piñera. Pero, como dijimos, el principal problema no radica en que la coordinación vaya a ser conflictiva, sino más bien en el riesgo de que el FA termine por desdibujarse en la oposición junto a la exNM, cayendo así en el sonsonete del “todos contra la derecha”.
La actual política de la exNM consiste en contener su resquebrajamiento. Son, hoy por hoy, una coalición zombi. ¿O acaso han dado señal de haber cambiado su política neoliberal? ¿Si quiera han hecho un recambio generacional de sus principales caudillos y operadores políticos? Esto, además, está completamente implicado con una concepción electoralista e institucional de la política: “todos contra la derecha” no va más allá de una consigna electoral en vista a las elecciones municipales de 2020 y mantener así sus atalayas de poder en los gobiernos locales.
Si esto llega a ocurrir, y el acuerdo de coordinación parlamentaria es un preludio a un acuerdo electoral, al que también RD ha manifestado su disposición, lo que sucederá es que la votación del FA recaerá en las candidaturas “de siempre” de la exNM y el enorme número de abstención de chilenas y chilenos persistirá… Como si esto fuera poco, lo mismo que ocurrió con el llamado (también por parte de RD) a votar en segunda vuelta por Alejandro Guillier, los votos entre el FA y la exNM no son suficientes. Si el FA hubiese llamado a votar por el candidato Guillier (cuestión que no pasó, por votación de las bases del FA) hubiese cavado su propia tumba antes, incluso, de nacer, puesto que de todos modos Piñera hubiese salido electo.
¿Podríamos encontrarnos en una situación distinta a la segunda vuelta de 2017? No, para las elecciones municipales; y muy probablemente tampoco, al menos que haya una crisis de gobierno sustantiva, para las nacionales de 2021.
Como ya dijimos, ante las enormes limitaciones de proyecto político, orgánicas y de vínculos sociales del FA, se están imponiendo voces de desesperanza que se ocultan bajo un manto de pragmatismo, en miras de aplicar tácticas de “gobernabilidad”, que implican acuerdos con la exNM. Por el contrario, el FA debiese centrarse en aprovechar la coyuntura del Congreso Orgánico para profundizar vínculos sociales, mejorar orgánicamente como coalición y delinear una política de mediano y largo plazo.
El FA irrumpió en la política nacional como una tercera fuerza, contraria al duopolio. Pero su existencia no implica la desaparición del duopolio. Y la única manera de derrotar al monstruo neoliberal de dos cabezas es ampliando las votaciones del FA, generando más arraigo territorial y asumiendo gobiernos locales. Convertirnos en tercera fuerza o desdibujarnos con la exNM hará la diferencia entre agruparnos en la colina o caer al barranco.
Y es que existen profundas diferencias entre el FA y la exNM, diferencias de fondo y de forma. ¿Cómo entablar una alianza, aunque sea electoral, con una coalición zombi que no tiene un proyecto distinto al saneamiento de los resquebrajamientos del sistema neoliberal y con enormes implicaciones en la trama político-empresarial? La exNM sabe que sólo revivirá mejorando su rendimiento electoral en los gobiernos locales y hacer primarias en conjunto a la oposición para las elecciones presidenciales.
Además, las décadas de gobernanza neoliberal de la Concertación y exNM y su incapacidad de hacer un recambio a sus caudillos y operadores políticos, chocan con el programa, los principios y el proyecto del FA. Lo mismo sucede con la enorme frustración de las aspiraciones de la mayoría social que creyó que con el gobierno de Bachelet algunas cosas cambiarían. Las personas no esperaban demasiado, sólo las promesas de campaña que, cuando no se desmoronaron en vacilaciones y retractaciones, hoy son fácilmente mutiladas por el gobierno de Piñera.
Por otra parte, los límites de la exNM son claros: alineación con la política exterior norteamericana, tanto económica (Ricardo Lagos hijo apoyando el TTP) como de intervención imperialista (Ricardo Lagos padre apoyando a Guaidó en Venezuela); aceptación del sistema neoliberal y de la Constitución de 1980, sin desmedro de que promuevan un saneamiento al resquebrajamiento actual del sistema con el objetivo de asegurar la gobernabilidad; no sólo defensa, sino implicación en la trama con el gran empresariado explotador de los bienes naturales, antisindical y oligopólico; complicidad con los poderes facticos, los medios de comunicación y las fuerzas armadas; y por último, implicados en casos de corrupción y uso de los bienes públicos con intereses particulares.
¿Alguien cree, por ejemplo, que se puede solucionar la cuestión del pueblo mapuche sin reformar la Constitución? Por no hablar de la corrupción o de las garantías de los derechos sociales. ¿Está dispuesta la DC a un cambio constitucional sustantivo, es decir, al inicio de un proceso constituyente?
¿Cuál es la posibilidad de un programa común entre toda la oposición? Por lo demás, tampoco es de interés de la exNM tal acuerdo; sólo tienen como objetivo una táctica electoral: “todos contra la derecha” y movilizar así el voto a los mismos de siempre. ¿Habría un programa común, ministros y ministras de ambas formaciones y una mayoría parlamentaria que lo sostuviera? ¿Reuniendo por ejemplo a Boric con Lagos Weber, a Jiles con Inzulza, a Hirsch con Peñailillo, a Bea Sánchez con Soledad Alvear? Y las mismas disonancias de nombres podemos encontrar en los gobiernos locales, con caudillos y operadores políticos comunales de la exNM… Si algo hemos aprendido en este nuevo periodo parlamentario con un gobierno de derecha, es que las diferencias programáticas entre la exNM y el FA son sustantivas, especialmente con la DC y el PR y que el PS y el PPD no están dispuestos a cambiar a sus operadores políticos ni impulsar un recambio generacional.
Pero quizá estos elementos de principios no sean suficientes para los pragmáticos al interior del FA, quienes han renunciado a la caracterización del duopolio como el monstruo neoliberal de dos cabezas y han caído en la desesperanza. A ellos habrá que decirles algo más, y es: que tampoco en términos de rendimiento electoral dicha táctica sirve o alcanza para ganar a la derecha, ni en las municipales ni en las elecciones nacionales.
No compartamos el pesimismo en torno a la capacidad del FA para ser una tercera fuerza ni la idea de incapacidad electoral. Sin duda hay muchas limitaciones y desafíos, pero por lo mismo necesitamos creatividad, iniciativa política, vínculos sociales y una dirección política capaz de articular la coalición política con los movimientos sociales y la institución con la sociedad civil. El gran desafío es conectar con los anhelos y necesidades de la gente. Y el Congreso Orgánico del FA es una instancia que propicia ese diálogo y la generación de base social.
Necesitamos una tercera fuerza con un proyecto de país, deseable y asumible por una gran mayoría social, que dispute la hegemonía a una coalición zombi sin proyecto como la exNM que lo único que defiende es el mal menor, y dispute el sentido común y el bien público a una derecha conservadora y reaccionaria.
Diferencias internas, incapacidades comunicacionales, personalismos y la parlamentarización de 2018, han detenido el impulso con el que el FA enfrentó las elecciones de 2017. El desafío ya no es sólo electoral, requerimos organizar al FA y dotarlo de un proyecto. Hay mucha gente joven en el FA, con ganas, ideas y conocimiento y también una generación mayor que no se rindió al neoliberalismo de la Concertación y se quedó junto al pueblo. Pero nos faltan aún muchos lazos y alianzas sociales, aunque existe el espacio para construirlas.
Hay que seguir manteniendo la esperanza en una tercera fuerza, con ideas, principios y también con pragmatismo, pero no ese pragmatismo desesperanzado que hoy un sector del FA está queriendo imponer. Aún hay disponibilidad para cambiar las cosas, asumir responsabilidades y hacer frente a las dos derechas articuladas con las tramas de los poderes facticos y la corrupción.
El Congreso Orgánico debe ser la instancia para un nuevo impulso. Pero ese impulso no debe situarnos en la instauración de acuerdos electorales, sino en el campo de las mayorías sociales y en un proyecto político que abra la posibilidad de un cambio real en Chile.
PARA UN PROYECTO HISTÓRICO POSNEOLIBERAL.
El FA cuenta hoy con principios, cinco principios que nos configuran como coalición. Pero carece de un proyecto histórico. Los principios zanjan una distancia respecto a la trama entre política y poderes fácticos, política y negocio, corrupción y falta de probidad. Esto permite diferenciarnos de las dos derechas neoliberales en Chile, que promueven privatización de los derechos sociales y financiación de la economía, explotación de los bienes naturales, desposesión y endeudamiento de las grandes mayorías sociales, se aferran a la Constitución y al régimen de 1980 y a una política global comandada por Estados Unidos.
Sin embargo, no sólo bastan principios. Aún se requieren por lo menos tres elementos más. Uno de ellos es una táctica flexible y la capacidad pragmática de aprovechar las ventanas de oportunidades que permiten las elecciones, el congreso y los gobiernos locales. Si algo diferencia al FA de la izquierda testimonial chilena, es que ha sido capaz de generar esa flexibilidad en sus tácticas. Otro elemento es una organización. El FA como coalición política es un primer gran paso, pero que aún requiere de muchos más vínculos sociales y base de militantes, activistas, votantes y coordinación interna.
Por último, el cuarto elemento es el del proyecto histórico de transformación de la sociedad, fundamentos que hagan sentido a las mayorías sociales, que interpreten sus necesidades y anhelos, que generen compromisos e impulsen la participación ciudadana y la movilización social.
Este proyecto histórico debe ser una síntesis entre utopía y realismo, porque si se genera una asimetría entre estos dos elementos, la posibilidad de repetir proyectos frustrados o falsarios emerge. Es cierto que entre utopía y realismo puede haber contradicciones. Pero un movimiento de transformación social y con una política de mayorías debe asumir esas contradicciones.
Nuestra utopía debe ser la emancipación humana (de mujeres, pueblos indígenas y clase trabajadora), la autoorganización (municipalismo, sindicalismo y comunitarismo) y la construcción de un proyecto alternativo de Estado, economía y sociedad… Debemos organizar nuestra alternativa y entender la utopía como algo que se construye en la cotidianidad, en concreto y en colectivo.
La utopía debe ser concreta y expresarse en la cotidianidad. Debe, además, cabalgar las contradicciones con realismo. Sobre todo hoy que el conservadurismo y los proyectos políticos reaccionarios están avanzando, en algunos casos en silencio, en otros con escándalo. Con chovinismo, más represión, discriminación, individualismo y machismo, sectores de la sociedad chilena están reaccionando a la inseguridad, a la diversidad y al malestar social.
El imaginario de muchas chilenas y chilenos sigue constituido por individualismo, consumismo y hegemonía empresarial. Sin embargo, el endeudamiento, el malestar, la soledad, la falta de derechos sociales, la desigualdad y la desposesión, han resquebrajado el consenso neoliberal y han abierto una ventana de oportunidades para la construcción de alternativa. Pero esa alternativa no está predeterminada. Bien puede venir y constituirse por fuerzas e ideas progresistas y democráticas, o por fuerzas conservadoras, reaccionarias y autoritarias.
La tarea de articular utopía con realismo tiene un nombre: proyecto posneoliberal, que profundice y multiplique los derechos sociales, la protección a los bienes naturales, el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, igualdad entre hombres, mujeres y la diversidad sexual; derechos laborales y sindicales, generar pleno empleo y reducir la jornada laboral, combatir la desigualdad salarial, democratizar los medios de comunicación, impulsar políticas anticorrupción y de probidad, soberanía nacional y también comunitaria, una mayor integración y complementariedad con nuestra región; la creación de un Estado plurinacional; un Estado que resguarde las libertades pero también que sea activo en la protección de las personas y comunidades, que no esté sometido al mercado autorregulado sino que promueva iniciativas económicas cooperativas, comunitarias y de pequeñas y medianas empresas; un Estado que distribuya la riqueza y el poder, regule el mercado y planifique el desarrollo de la sociedad y la economía al servicio de la gente en su conjunto, dando, por supuesto, espacio a las iniciativas privadas, pero a la vez entendiendo que hay elementos que no deben ser parte del mercado, como las jubilaciones, la salud, la educación, los bienes naturales no renovables, el transporte público y la vivienda; una democracia que no sea una serie de procedimientos o un simple sistema político, dirigido por una elite; necesitamos una democracia social, que articule instituciones públicas con iniciativas ciudadanas y autogestión; modificar la Constitución y blindar los derechos humanos, sociales y de la naturaleza, volviendo irreversible este proceso de democratización.
Las ideas están a flor de piel. Hay que sociabilizarlas, llevarlas a la gente, dialogar y generar arraigo. Lo que hace falta es voluntad política y audacia. Volver a los territorios, a los barrios, los sindicatos, las universidades, las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades.
Ciertamente no debemos volver ni a la marginalidad ni a la testimonialidad. Pero tampoco podemos restringirnos al pragmatismo (aunque debamos ser pragmáticos), no podemos hacer lo políticamente correcto y querer dar muestra de gobernabilidad sin mostrar a la vez que estamos dispuestos a cambiar las cosas y a generar una alternativa para las grandes mayorías.
¿Cómo hacemos esto? Construyendo un proyecto histórico. Que el FA deje de ser sólo una coalición política para transformarse en una alianza social de mayorías, una alianza entre las y los trabajadores, sectores populares, pueblos indígenas, sectores medios y profesionales, feministas y socioambientalistas.
Ningún acuerdo parlamentario está a la altura de los desafíos. Ser oposición no basta, hay que ser alternativa.
Felipe Lagos Díaz
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