Iván Carrasco. Miembro de la Comisión Política del Partido Igualdad. 27/03/2021.
El cuadro abierto con la irrupción de la rebelión popular de octubre de 2019 está lejos de cerrarse. Pero las fuerzas transformadoras corremos el grave riesgo de que la potencialidad demostrada por el pueblo movilizado se disipe y veamos un reflujo del ímpetu popular, lo que podría conllevar a un nuevo orden de dominación. Por el momento eso no se ve en el horizonte. La derecha y la ex concertación han tenido que hacer suyo el discurso de crítica al modelo. Es tragicómico como vemos candidatos, que hasta hace algún tiempo hacían campaña por el rechazo o que durante años defendieron el modelo económico de la dictadura desde sus puestos de poder, aparecer ahora promoviendo derechos sociales y otra medidas progresista. Tratan de engañar nuevamente a los electores, pero esta vez de forma descarada, porque saben que la sociedad ha cambiado y su gobernanza sigue en riesgo. El ocultamiento y la mentira en el discurso de los poderosos es directamente proporcional a cuanto ha cambiado la sociedad chilena es estos años. Ya no pueden decir sin tapujos lo que piensan, so pena de terminar mermados a una mínima expresión.
El capitalismo neoliberal chileno no será capaz de resolver la grave crisis social, económica y ecológica que el país arrastra por años, y que se han profundizado con la pandemia. Los 30 años de gobierno de la concertación en acuerdo con la derecha, han generado niveles de injusticia enormes, que no se podrán superar con simples reformas cosméticas. El ciclo de crecimiento económico ha quedado atrás no solo por la crisis sanitaria, sus signos de agotamiento se veían desde hace tiempo. El capitalismo neoliberal chileno solo puede generar ganancia sobre la base de mayor explotación del trabajo, depredación del medioambiente, despojo de los pueblos, abuso de los consumidores y marginación política de la ciudadanía.
Por otra parte, la fuerza política que debiera haber concitado el apoyo de amplias sectores ciudadanos descontentos, aún no se consolida. El malestar ciudadano, que se acumula desde hace muchos años soterradamente en la población y que tuvo su expresión más radical en las jornadas de octubre y noviembre del 2019, no ha encontrado aún una expresión política que lo represente, lo organice, lo lleve a la lucha y le permita pasar de una fase destituyente, a la fase de construcción de un programa de acción política que le permita al pueblo conquistar el gobierno y mantenerlo.
Muestra de lo anterior es la enorme dispersión de listas que con un discurso antineoliberal se han presentado a la elección de convencionales, buscando todas el apoyo de la ciudadanía descontenta con 30 años de gobiernos del duopolio. Lo que debió ser un gran y bello proceso de unidad, de deliberación desde abajo, de elaboración programática constituyente y unidad electoral, terminó siendo un cuadro de dispersión absurda y sin sentido. En muchos distritos se presentan 5, 6 ó hasta 7 listas con propuestas antineoliberales y que buscan recoger el voto de los sectores sociales descontento con el sistema y los partidos del orden.
Concurren a este cuadro de dispersión no solo el sectarismo y la inmadurez política de un sector del campo popular, que con un discurso anti partidos dividen las fuerzas del pueblo, y cometen el grave error de poner la contradicción entre “independiente versus partidos”, contradicción falsa y engañosa que confunde y desarma ideológicamente al pueblo. Ya que la contradicción que vive Chile es entre una elite de ricos y poderosos (donde por lo demás hay mucho “independientes”) y el pueblo trabajador que ya se ha cansado de seguir viviendo la exclusión y las injusticias. De esta forma, desarman al pueblo y a la clase trabajadora al plantearle que su enemigo son “los partidos políticos”. Entonces, en vez de incentivar y promover que el pueblo y los trabajadores hagan política, que construya sus propios instrumento políticos, esto es, sus propio partidos que representen sus intereses de clase, generan una falsa dicotomía y en vez de preparar el camino de la unidad del pueblo, lo estropean y sabotean.
Si embargo, también es cierto que los partidos de izquierda chilenos hemos sido incapaces de recomponer un articulación social y política amplia, que sea capaz de involucrar a los miles de colectivos, asambleas y movimientos sociales surgidos de la rebeldía y experiencias de lucha de la revuelta popular. Esa es una tarea pendiente para la izquierda chilena que debe acometer a la brevedad, si es que queremos de verdad construir la fuerza social y política necesaria para derrotar electoral y políticamente a la elite y gran burguesía chilena.
Para avanzar en esa tarea hace falta más y mejores espacios de dialogo y deliberación entre las fuerzas transformadoras, sean estos partidos, movimientos y organizaciones sociales, asambleas, colectivos de independientes, etc. O sea, todas las formas que tiene el pueblo para organizar sus luchas, demandas y sueños.
Esta situación hace que el ciclo político de los próximos años se torne no solo inestable e incierto, sino que se corre el riesgo de que, ante la desesperanza, dispersión y frustración del pueblo, tome fuerzas los sectores conservadores y se recomponga una política restauradora, que impongan la política de que “algo cambien para que nada de fondo cambie”.
Ante ese escenario, hoy, en el campo de las fuerzas antineoliberales hay 2 tácticas: una, la que propone la construcción de una fuerza claramente antineoliberal que se ponga como meta la construcción de un gran polo de unidad de fuerza transformadoras, populares, con un programa claro de transformaciones radicales y profundas. Otra, la táctica que propone alianzas con un sector de la vieja concertación, para generar supuestas condiciones de mayorías nacionales para empujar los cambios.
Ambas tácticas estarán en el debate de la izquierda, los movimientos sociales y los sectores transformadores en los próximos meses. En especial después de la elecciones próximas de convencionales, gobernadores y municipales.
Desde nuestra perspectiva, para que en Chile de una vez por todas emerja con fuerza la alianza política que sea expresión potente de la luchas por la transformación y el cambio con perspectiva anti capitalista y socialista, debemos dejar de mirar como aliada a la vieja concertación, y creer más en las fuerzas del pueblo en lucha.
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