Por Joseph Massa
La cuestión ya no es si el gobierno israelí es racista y genocida, que lo es, sino si la mayoría judía israelí que apoya sus crímenes contra los palestinos también encaja en esta descripción.
Desde que el actual gabinete israelí, encabezado por Benjamín Netanyahu, llegó al poder en diciembre de 2022, ha habido consenso, incluso en los principales medios occidentales y entre la oposición política israelí, de que dicho gabinete es racista y judeo supremacista.
Ha devenido común la caracterización del gobierno como “el más extremo”, “el más fundamentalista” y “el más racista” de la historia de Israel, lo que viene a expresar claramente las preferencias de la mayoría del electorado judío israelí, y hay quienes lo describen como el “primer gobierno fascista” de Israel.
Esto, sumado al hecho de que, dos años antes del ascenso del gobierno actual, las principales organizaciones occidentales de derechos humanos, históricamente proisraelíes, declararon a Israel un Estado racista de “apartheid” desde su fundación. Los palestinos y sus partidarios también han utilizado esta denominación para describir a Israel desde al menos la década de 1960.
Es el mismo gobierno, que ya fue objeto de condena internacional, el que está perpetrando la actual guerra genocida contra el pueblo palestino, guerra que hasta ahora ha matado y herido a más de 100.000 palestinos y desplazado a más de dos millones.
Sin embargo, este mismo gobierno racista y su guerra genocida son apoyados, armados y financiados por Estados Unidos y sus aliados europeos, quienes, olvidando sus críticas anteriores, no han dudado en justificar los crímenes israelíes, tal como anteriormente defendieron a los colonos judíos ocupantes contra las acusaciones de apartheid.
Sin embargo, la cuestión que cada vez más se debate no es si el gobierno israelí es racista, fascista o genocida, algo ya comprobado, sino si la mayoría de los judíos israelíes también encajan en esas descripciones y si este gobierno no es, de hecho, más que una manifestación del movimiento cultural y político judío israelí.
‘Ya no somos marginales’
El editor jefe de Middle East Eye, David Hearst, observó recientemente que, quienes expresan racismo genocida entre los judíos israelíes –incluidos soldados, cantantes, artistas y políticos– “ya no son marginales. Representan el pensamiento mayoritario de la población de Israel, genocida, racista y fascista cuando, sin vergüenza alguna, se refieren a los palestinos,. Están orgullosos de su racismo, bromean sobre él y no se molestan en disfrazarlo”.
Desde sus inicios, el movimiento sionista siempre se propuso la limpieza étnica de Palestina, de la población indígena palestina del país.
Según las encuestas de Israel Democracy Institute y Tel Aviv University’s Peace Index, realizadas más de un mes después del comienzo del bombardeo masivo israelí de Gaza, que para entonces ya había matado a miles de personas, “el 57,5 por ciento de los judíos israelíes opinaron que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) estaban bombardeando poco en Gaza, el 36,6 por ciento manifestó que los bombardeos eran adecuados, mientras que sólo el 1,8 por ciento manifestó que los bombardeos eran excesivos”.
Comentando sobre las opiniones genocidas de la mayoría de los judíos israelíes y su apoyo a la limpieza étnica del pueblo palestino, el periodista israelí Gideon Levy parece estar perdido: “O ese es el verdadero rostro de Israel, y el ataque del día 7 lo desveló, o el día 7 realmente cambió las cosas. No sé cuál es la verdad”, dijo.
Sin embargo, la respuesta de Levy es sorprendente, dado el racismo documentado del movimiento sionista desde sus inicios y el hecho, bien conocido, de que siempre se ha propuesto la limpieza étnica de Palestina.
La prensa israelí ha publicado artículos aparentemente “razonables”, que enmarcan la limpieza étnica planeada por Israel de los palestinos de Gaza y su posible expulsión al Sinaí egipcio como algo maravilloso, describiéndolo como “uno de los lugares más adecuados de la Tierra para proporcionar a la gente de Gaza esperanza y un futuro pacífico”.
Sin embargo y con el mismo razonamiento, se podría confrontar dicha propuesta sugiriendo que los colonos judíos de Israel se trasladen voluntariamente a Estados Unidos y Europa, particularmente a Alemania, donde sus derechos y privilegios están salvaguardados. De hecho, estos países se encuentran entre “los lugares más adecuados de la Tierra para brindar [a los judíos israelíes] esperanza y un futuro pacífico”.
Esto es especialmente cierto dado que los funcionarios e intelectuales israelíes a menudo se quejan de vivir en un barrio “malo” o “duro”, e incluso en la “jungla”. Europa y Estados Unidos son, claramente, vecindarios muy superiores y con tasas de inseguridad muy bajas. Después de todo, Europa es un “jardín”, mientras que “la mayor parte del resto del mundo es una jungla”, como declaró infame el año pasado el jefe de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell.
Además, la presidenta de la UE, la alemana Ursula von der Leyen, ha enfatizado que “la cultura judía es cultura europea” y que “Europa debe valorar su propio carácter judío, para que la vida judía en Europa pueda volver a prosperar”.
Una medida de este tipo, voluntariamente asumida por parte de los judíos israelíes, de los cuales más de un millón ya poseen pasaportes europeos y estadounidenses, evitaría al pueblo palestino (y a Oriente Medio en general) la violencia y las guerras que la colonización sionista desde la década de 1880 y especialmente después 1948, han tenido lugar en la región.
Tal vez, en lugar de que Israel y sus patrocinadores occidentales negocien en secreto con el “Congo” o Canadá para acoger a los palestinos expulsados, como se informó recientemente, las Naciones Unidas y los Estados árabes deberían instar a los países occidentales a dar la bienvenida con gran entusiasmo y acoger a los judíos israelíes entre ellos.
Un culto violento
Dadas las recientes encuestas y análisis que revelan el odio y las actitudes genocidas hacia los palestinos por parte de la gran mayoría de los ciudadanos judíos de Israel, la reubicación de estos en Europa y Estados Unidos les brindaría más felicidad y tranquilidad.
Además, aquellos que justifican la aniquilación de los palestinos para “salvar” la civilización occidental y los valores con los que se identifica Israel, se encontrarían mejor posicionados haciéndolo desde el corazón mismo de la civilización occidental, lejos de la frontera colonial y de la resistencia palestina.
En esta línea, la coordinadora de la Comisión Europea para la lucha contra el antisemitismo y el fomento de la vida judía, la alemana Katharina von Schnurbein, afirmó recientemente que “Europa no sería Europa sin su herencia judía”. Y añadió: “La herencia judía es parte del ADN de Europa. Y como instituciones europeas, queremos proteger la herencia judía, salvaguardarla y valorarla. Este es un aspecto clave del fomento de la vida judía, que es el objetivo final de la estrategia de la UE para combatir el antisemitismo y fomentar la vida judía”.
Se podría esperar, como resultado de tal afirmación, que esta vez las puertas de Europa se abrieran de par en par a los judíos, a diferencia de lo que ocurrió en los años 1930 y 1940, cuando Estados Unidos se negó a admitir refugiados judíos que huían de los nazis y devolvió un barco colmado de ellos en 1939 a Europa, donde muchos murieron en los campos de exterminio de Hitler, ahora recibirían con los brazos abiertos a los judíos israelíes dándoles la bienvenida a “su mejor vecindario”.
Un gran número de psiquiatras israelíes ya han abandonado el país en busca de pastos más verdes en el Reino Unido, alegando una elevada carga de trabajo que no ha hecho más que aumentar desde el 7 de octubre y un sistema de salud mental al borde del colapso.
Esto no es sorprendente, dado que el apoyo a la matanza de palestinos mediante innumerables masacres y guerras desde 1948 se ha convertido en un evidente y auténtico culto genocida en Israel a todos los niveles de la sociedad y del gobierno. Como a todos los miembros de sectas violentas, la única forma de salvarlos de sí mismos es desprogramarlos. Sin duda, será un proceso largo y complicado, una tarea que, en el caso de muchos judíos israelíes, requerirá la supresión de décadas de lavado de cerebro.
Quizás esos mismos psiquiatras que marcharon al Reino Unido podrían ayudar a desprogramar a los judíos israelíes en un entorno europeo seguro para así librarlos de su apego a la limpieza étnica y las guerras genocidas.
Un futuro pacífico
Mientras tanto, el caso que Sudáfrica ha presentado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), acusando a Israel de genocidio, está haciendo sonar las alarmas en la Casa Blanca y en las capitales de Europa occidental. Este es sólo el último caso que recibió la CIJ acusando a Israel de crímenes.
Hace un año, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una solicitud de opinión consultiva de la CIJ sobre la ocupación israelí de los territorios palestinos con 87 votos a favor y 26 en contra; los opositores fueron en su mayoría los mismos países que hoy apoyan la guerra genocida de Israel en Gaza.
La CIJ celebrará audiencias públicas sobre el caso el próximo mes. En cuanto al caso más reciente presentado por Sudáfrica, la CIJ lo está investigando en una audiencia de emergencia que ha tenido lugar el 11 de enero.
La CIJ se ha enfrentado a solicitudes similares en el contexto del colonialismo y los colonos desde la Segunda Guerra Mundial. En particular, en julio de 1966, la CIJ desestimó una petición presentada en 1962 por Liberia y Etiopía en relación con la ocupación colonial de sudafricanos en Namibia, basándose en que ninguno de los países peticionarios tenían capacidad legal para presentar la petición. Ambos países. Liberia y Etiopía, habían sido miembros de la Sociedad de Naciones, que había elegido a Sudáfrica como potencia mandataria sobre Namibia tras la Primera Guerra Mundial.
La petición de Liberia y Etiopía de 1962 solicitó al tribunal que se pronunciara sobre el estatus legal de Namibia. El presidente del tribunal, Sir Percy Spender, él mismo perteneciente a la colonia de colonos de Australia, emitió el voto decisivo en una decisión de siete a siete a favor de Sudáfrica. Esa decisión desató la lucha armada de la Organización Popular de África Sudoccidental (Swapo) contra los ocupantes del apartheid sudafricano. Ese mismo año, la Asamblea General revocó el mandato de Sudáfrica, pero fue en vano.
En 1969, el Consejo de Seguridad de la ONU finalmente respaldó la revocación del mandato de Sudáfrica por parte de la Asamblea General en 1966. Cuando Sudáfrica desafió a la ONU y se negó a retirarse, el asunto fue remitido en julio de 1970 a la CIJ para obtener una opinión consultiva.
Fue la decisión de la CIJ de 1971 la que condujo al reconocimiento internacional de la Swapo anticolonial y del derecho del pueblo de Namibia a la autodeterminación.
A diferencia de 1966, esta vez la opinión de la CIJ, emitida el 21 de junio de 1971, reivindicó completamente la posición de la ONU, dictaminando que la ONU era la autoridad gobernante legítima en Namibia y que Sudáfrica debía retirarse.
En contraste con la decisión procolonial de la CIJ de 1966, la decisión de 1971 eliminó el último vestigio de legitimidad que aún tenía el régimen supremacista blanco. No es que Sudáfrica acatara la decisión: no lo hizo. Los patrocinadores occidentales de la OTAN en Sudáfrica continuaron apoyando descaradamente sus tácticas dilatorias disfrazadas de “proceso de paz” y vetaron resoluciones de la ONU que pedían sanciones contra el Estado supremacista blanco.
Sin embargo, fue la decisión de la CIJ de 1971 la que condujo al reconocimiento internacional de la Swapo y del derecho del pueblo de Namibia a la autodeterminación. Se necesitaría una guerra de liberación para que Namibia obtuviera finalmente la independencia en 1990.
Esto quiere decir que una decisión de la CIJ que condene la guerra de Israel como un genocidio será un buen augurio para la lucha del pueblo palestino contra sus crueles y sanguinarios colonizadores.
Si bien no logrará la liberación y descolonización inmediatas, acelerará ese proceso de manera mensurable hasta que desmantele el régimen de supremacía judía de Israel y salve tanto a los palestinos como a los judíos israelíes del culto genocida del sionismo.
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