Las razones para odiar a Venezuela están en el campo del petróleo y su posición geopolítica vital en el mundo, en la propiedad de la tierra, en la eliminación de la pesca de arrastre dejando el mar para los pescadores artesanales, en la imposibilidad de los privados de acceder a los ahorros previsionales de las y los trabajadores o los dos millones de viviendas que la revolución le ha entregado a su pueblo y que el mercado inmobiliario jamás habría logrado.
Si el modelo económico venezolano le permitiera a los empresarios hacerse del mar, construir centrales hidroeléctricas en cuánto río existiese; si ese modelo pudiese privatizar los fondos de pensiones, si el mercado inmobiliario pudiese expulsar a los pobres de sus barrios construyendo “soluciones habitacionales” como cinturones de marginalidad en la periferia de las ciudades. Si en definitiva el Capital definiera el curso político del país y no el pueblo, nadie odiaría a Venezuela.
Pero odiamos a Venezuela porque los ricos no tienen lo que quieren tener, no son dueños de la vida de la gente, ni de las riquezas del país, no multiplican fortunas especulando ni torciendo legislaciones para hacer de patrones y verdugos.
Hoy el curso del país sigue estando en las manos de millones de hombres y mujeres que van a decir este domingo hacia dónde irá el país, el proceso, la revolución. Como en casi dos décadas, una vez más desde las urnas ese pueblo resistente le dirá al mundo que pasará con las riquezas naturales y estratégicas de Venezuela. Una parte del mundo oirá con respeto lo que digan las urnas, otros ya firmaron cartas, dieron declaraciones y otros más han conspirado abiertamente contra esta nueva batalla electoral.
“Ha sido un proceso electoral tranquilo pese a todo”, y se hace inevitable pensar en los dirigentes sociales asesinados casi todos los días en Colombia, los periodistas asesinados casi todos los días en México o la crisis política derivada de la corrupción que tiene presidentes ilegítimos en Brasil y Perú, pero no, para esa otra realidad continental no está le prensa que castiga todos los días a Venezuela.
La reunión sostenida con el embajador de la República Bolivariana de Venezuela no le entrega a este partido nada nuevo, siguen ahí: resistiendo el asedio internacional cobarde que priva de la comida y los remedios a millones de pobres por la vía del bloqueo, pero refuerza nuestra convicción colectiva de que construimos proyecto político para estar del lado de los pueblos, siempre.
Partido Igualdad, Que los pueblos manden!
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