En torno a la votación de la cámara de diputados en que se rechazó el informe de la comisión investigadora Sename II, se ha levantado en el país una profunda, legítima pero tardía ola de indignación.
No ha sido ahora, ni hace un par de años, que las condiciones de encierro disfrazadas de tratamientos venían matando niños. Los mataban y los van a seguir matando también todos los días quienes piden cárcel efectiva para niños, niñas y adolescentes infractores de ley. Los matan cuando miran hacia otro lado cuando se acercan a limpiarles el parabrisas del auto y por cierto los matan también de hipocresía al rasgar vestiduras, usando la muerte de 1.313 niños y niñas para sacar sus muy asquerosas ventajas políticas.
Y si no es de ahora, y si es desde siempre, ¿qué los conmueve tanto hoy?, ¿Qué hace que las redes sociales ardan?, ¿los tranquiliza lapidar virtualmente a quienes votaron a favor o en contra del informe de una comisión, que al final no determina nada porque nunca una de esas comisiones determinó nada?.
El Sename sigue ahí, con centros mal administrados, con trabajadores precarizados, mal pagados y mal capacitados. Van a presentar como respuesta el aumento de las subvenciones a las instituciones privadas que colaboran con el Sename para que los militantes demócrata-cristianos que participan de muchos de esos directorios saboreen una bonanza económica gracias a los niños que mató la negligencia del Estado. Así es como funciona esta versión ordinaria e indolente de la realidad que nos explotó en la cara hace rato.
En dos días más el escándalo será reemplazado por otro escándalo. Quizá sin niños muertos, y muchos de los que hoy alimentan desde su hipocresía la hoguera de la indignación van a volver a pedir que se eleven las penas de cárcel para los cizarros que les roban sus autos, porque las putas de 12 años, las hijas y los hijos de la pasta base, los abusados de todas las formas posibles, los hijos y las hijas de la aberración son visibles cuando La Cuarta los hace portada porque alteraron el sagrado derecho a la propiedad privada allá por el barrio alto. Cuando roban o matan en las poblaciones no, ahí no son noticia, y cuando los matan a ellos, parece que son noticia sólo cuando superan los mil.
En una semana nadie recordará que una parte sustancial del problema acá es primero la pobreza a la que condenan todos los días los señores que construyen fortunas sobre liquidaciones de sueldo que son tan porquería como las pensiones que van a recibir después esos mismos trabajadores. En una semana nadie recordará que la otra parte del problema es que la política chilena opera con la lógica de la parcelación del aparato público y esta parte de la parcela la tiene la Democracia Cristiana que durante demasiado tiempo ha administrado recursos que superan los 200 mil millones de pesos anuales, que instala directorios nacionales y regionales, que contrata asesores que no asesoran nada y que extiende sus redes a un entramado de instituciones privadas “colaboradoras” que mayoritariamente llevan la falange impresa en la frente.
Ayer el gobierno desplegó cuatro ministros de Estado en el parlamento para que la responsabilidad de Javiera Blanco no fuese detallada, esa que como directora del Sename en julio del 2016 hablaba del “stock” de niños que atendía su institución. Un lobby feroz que sin pudor alguno, ni estómago, logró lo que se proponía. Las negociaciones entre la derecha y la Nueva Mayoría venían hace un mes por tanto lo que vimos ayer no fue otra cosa que el desenlace de una operación política en que exhibieron ante el país nada más de lo que siempre han sido.
Al final, ayer ¿aprobaban o rechazaban qué?, no se cuestionaba el papel que las instituciones privadas juegan en un rol que en verdad el Estado tiene como obligación prioritaria y primordial atender; el informe no contemplaba pedirle perdón a las familias ni mucho menos algún tipo de reparación material y además, no señalaba responsabilidad política alguna.
En tres semanas más, el Sename seguirá siendo lo mismo y el grueso de la gente ya lo habrá olvidado.
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