Recrear saberes, la formación y las comunicaciones. Por Mario Garces Historiador

“Reproducimos texto de Mario Garcés, originalmente publicado en Revista Horizonte.”

introducción.
Debo partir por indicar que hace bastante tiempo que no participaba en un debate sobre municipalismo y menos aún sobre “municipalismo comunitario”.

Mi punto de partida es bastante crítico con relación al municipalismo o si se prefiere con relación a la democracia comunal, o a alguna noción de gobierno local… Creo que estos temas fueron de los mayores límites de la transición a la democracia en Chile en los años noventa; fue también una de las mayores debilidades políticas de la Izquierda chilena en los años ochenta que se fortaleció en los territorios, pero que siempre miró al Estado central sin valorar lo que ocurría en los territorios. Pero, más todavía, en Chile carecemos de largas y asentadas tradiciones de democracia local. La Ley de Comuna Autónoma de fines de siglo XIX y principios del XX fue efímera.

Entonces, un municipalismo democrático y comunitario, me parece que es un gran desafío, más todavía, un desafío abierto y un componente de lo que debiera ser una suerte de refundación de la izquierda y de una política popular.

En lo que he podido ver como “municipalismo comunitario” reconozco importantes componentes participativos, con estrategias y formas de gestión que informan, consultan o incorporar a la comunidad en la toma de decisiones, todo lo cual representa un alto valor social y político. Sin embargo, lo que echo de menos es una reflexión más sistemática sobre lo que podríamos denominar tradiciones comunitarias populares. ¿Cuándo y cómo se constituyen las comunidades territoriales o comunales? ¿Cuáles han sido las esferas de acción de las comunidades locales o territoriales?

Por otra parte, pensando en el Chile de hoy, la izquierda chilena de hoy es estatal y predominantemente de clases medias. Es decir, su foco está puesto en el Estado y sus protagonistas son los políticos profesionales, de tal manera que no trasunta pueblo o si lo hace, lo hace muy débilmente.

En este contexto, y sin que lo que formulo ahora tenga un orden de prelación o jerarquía, me parece que tenemos al menos tres grandes desafíos para recrear la democracia, la participación en los territorios, los movimientos sociales y la izquierda. Necesitamos producir nuevos saberes, recrear la formación política y generar potentes iniciativas de comunicaciones.

  1. Producir nuevos saberes colectivos
    Me parece que la derrota en el Plebiscito, en septiembre de 2022, nos dejó instaladas variadas preguntas y entre ellas una muy acuciante para la izquierda: ¿Quién es el pueblo? ¿Cómo definir al pueblo de hoy, el del siglo XXI? ¿Pueblo y clase siguen siendo casi sinónimos o categorías correlacionadas? ¿Habrá que darles la razón a algunos postmodernos y afirmar que la clase ya no existe? ¿Los movimientos sociales más actuales han venido a reemplazar a la clase? Y entonces, decir izquierda en América Latina al igual que en los países del norte equivale a decir política woke o woking. Bueno, y ¿se podría también afirmar que la izquierda ya no existe y que solo hay gente “progresista”?

He cargado un poco las tintas a la clase porque ella era un rasgo propio de la izquierda histórica en Chile y América Latina. Sin embargo, creo que el problema es más amplio y seria reduccionista pensar que bastaría con restaurar el sentido clasista de las luchas.

Lenín sostenía que no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, entre los educadores populares, muchas veces sostuvimos, acercándonos a esta proposición, que el análisis político es parte de las luchas políticas. El saber y el poder suelen caminar juntos o dicho de otra manera la política separada del saber corre el riesgo de volverse tecnocrática, pero más que eso nihilista, o sea, puede vaciarse de contenidos. Algo de esto último pasó con la política chilena en los años noventa, se fue vaciando de contenidos. El vaciamiento alcanzó tales niveles que se eliminó no solo categoría clase sino la categoría pueblo.

Pero volviendo un poco atrás y más allá del conjunto de preguntas que he formulado, ¿cuáles son los saberes que necesitamos recrear y actualizar?

Me parece que, en sentido amplio, necesitamos recrear el saber social, o si prefiere el “saber de la sociedad”, ¿cuáles son los principales rasgos de la sociedad chilena de hoy? ¿cómo caracterizar la actual cultura popular, cuán neoliberal se ha vuelto? ¿Cuál es el impacto del trabajo informal y las nociones del emprendimiento? ¿Qué pasa con los ingresos? ¿Cuánto conviven los ingresos formales con los ingresos informales?

Un segundo gran tema social tiene que ver con las cuestiones relativas a la vivienda, la expansión de los campamentos (Se estima en 1400 los campamentos y en más de cien mil las familias implicadas). ¿Quiénes toman viviendas? ¿Qué redes los sostienen? ¿cómo se organizan? ¿qué tradiciones recrean?

Un tercer problema social de envergadura tiene que ver con los inmigrantes que llegan a casi dos millones en el nivel nacional. Se estima que un 30% de quienes viven en campamento son inmigrantes. ¿Qué lugar ocupan los inmigrantes en las comunas? ¿Cómo son acogidos por la población local?

Admito que, siendo estos problemas de carácter estructural, es decir que comprometen la estructura social de base de la sociedad popular, pueden no ser reconocidos como problemas relevantes para los municipios y los problemas actuales que se revelan como importantes sean otros: los de seguridad, de infraestructura y de orden público.

A estos problemas habría que agregar otros, que llamaré históricos como los relativos a la salud pública, en un país y municipios que envejecen, y los problemas relativos a la educación pública, en un país en que los privados controlan con el apoyo del Estado el sistema educativo nacional.

Evidentemente a la formulación de nuevos saberes debe seguir la elaboración de propuestas que dan forma a nuevas políticas públicas.

Formular políticas de modo democrático implica involucrar a los sujetos que serán beneficiados por una nueva política pública. Pero, además, es también necesario que los nuevos saberes sean producidos, en interacción con esos mismos sujetos.

  1. Recrear la formación política
    La formación política es un modo de sumar al pueblo a procesos de cambios sociales y políticos. EL cambio social y político suele estar precedido de cambios culturales, o dicho de otro modo, el cambio cultural precede al cambio político.

Lo que hoy en día se ha denominado la “batalla cultural” por la propia derecha -recurriendo a Gramsci- es muy importante. Se busca ganar las mentes y los corazones para determinadas causas.

La formación política debe colaborar en la identificación y la capacidad de hacer frente a los nuevos problemas sociales y políticos. La formación política siempre buscó colaborar en la comprensión de la sociedad en que vivimos, haciendo evidente y visible sus contradicciones y abonando el terreno para el cambio.

En los años y décadas recientes el mundo ha cambiado significativamente. Todo el sistema de relaciones internacionales que se organizó en la etapa de la “guerra fría” comenzó a derrumbarse junto con el derrumbe de la Unión Soviética, a principios de los años 90. La globalización se configuraba como el nuevo orden, el de la aldea global. Sin embargo, este orden se demostró inestable y hoy estamos en medio del tránsito hacia la multipolaridad contexto en el cual la crisis del sistema de relaciones internacionales se ha hecho más agudo.

Por otra parte, en estos mismos años, en el caso de AL, pero en Chile aun antes, las dictaduras transformaron la economía –el modelo de desarrollo- y los sistemas políticos y junto con ello, el conjunto de las relaciones sociales más fundamentales. El brutal ajuste que vive hoy la

Argentina, nosotros lo vivimos hace 50 años y conocemos sus efectos: una sociedad manifiestamente desigual bajo la hegemonía del mercado con menos Estado y menos derechos.

En el caso de Chile, las formas neoliberales se normalizaron al punto que no fue posible cambiar la Constitución Política del Estado en 2022, pero hay que admitir también que los principales actores implicados en el proceso no fueron capaces de sumar al pueblo al proceso de cambio (ni con convencionales, ni los movimientos sociales ni los partidos políticos progresistas o de izquierda). Porque no generaron iniciativas de articulación entre la Convención y la base social que recrearan su propia legitimidad ni dieron lugar a procesos pedagógico-políticos que sumaran a las mayorías, amén de que los propios movimientos sociales tuvieron dificultad para garantizar la unidad y superar sus propias formas corporativas o endogámicas.

Pues bien, de estos grandes temas debiera ocuparse la formación socio política y en el caso del municipalismo comunitario, aterrizándolos a la experiencia concreta de sus comunas. Yo sé que el municipalismo comunitario ha promovido diversas iniciativas de participación y mejoras en sus comunas, pero pregunto: ¿conocen las autoridades municipales el impacto de la informalidad, de los inmigrantes y de los campamentos en sus comunas? ¿Hay políticas específicas en desarrollo desde el punto de vista local? ¿Son conocidas estas políticas? ¿Se sabe de sus alcances y sus límites?

Pero, junto a los señalado, hay campos tanto más complejos, que hoy están al centro de muchos debates y el estado de ánimo de la población que, finalmente decide sobre las elecciones. Las cuestiones relativas al narcotráfico, la delincuencia y la inseguridad.

No es fácil entrar en estas materias tan contaminadas por los discursos y las formas de la derecha, es decir, por las ideas de la coerción y populismo punitivo, es decir más policías y si es necesario el ejército y más penas y más cárceles (¡Mano dura presidente! o como en otra época, ¡mano dura mi general!).

Desde el punto de vista de la producción del saber: ¿es este un punto de llegada deseado, inevitable? Y desde el punto de vista de la formación; ¿es esto lo que debiéramos enseñar?

¿O hay que encontrar maneras en que el propio pueblo intervenga y proponga saberes con relación al narcotráfico y la delincuencia? ¿Será posible hacer surgir políticas públicas, desde las propias comunidades territoriales, sobre el narcotráfico y la delincuencia, más allá del WhatsApp del barrio, el cierre de calles, los guardias del condominio?

  1. Generar potentes iniciativas de comunicaciones.
    Ya hay muchos datos que hacen pensar que el plebiscito de 2022 se perdió en los medios de comunicación… y que la opinión pública se constituye en lo que algunos denominan la política de los matinales…

Uno de los mayores cambios que ha provocado el neoliberalismo es la disolución de diversas formas y espacios en que se constituían en Chile “comunidades políticas”.

Pensemos en la más evidente asociada a los propios medios de comunicación: el noticiero de las nueve. Ese dejó de ser un espacio común. Ya casi nadie lo ve y pocas veces constituye experiencias colectivas (tal vez la última y más potente fue la franja del NO en 1988. Hoy en día, ¿Cuántos ven la franja electoral? ¿Y qué impacto tiene?)

Pero junto a los medios había antes otros espacios, como la Iglesias, los programas de difusión de la Universidades o las ONG que constituían espacios comunitarios y facilitaban formas de comunicación colectivas. Todas estas formas se han debilitado o desaparecido.

¿Dónde entonces el ciudadano común se informa o se hace una idea de lo que ocurre en la sociedad y en el mundo?

La respuesta de muchos será en las redes sociales, pero ¿suman éstas a la mayoría de la sociedad?

Bueno habrá que admitir que también los matinales crean corrientes de opinión.

Pero, para no entrar en un análisis más acucioso, ¿No es que vivimos en una suerte de fragmentación y segmentación social y cultural de las comunicaciones? Y, en ese contexto,

¿Dónde se constituye una Comunidad Política? ¿O estamos condenados a vivir en los fragmentos sin posibilidades de generar algún tipo consistente de articulación?

En fin, en estos contextos, gana la derecha que tiene mayor capacidad de producir comunicaciones y al mismo tiempo manipulación de las comunicaciones. El periodismo se ha deteriorado y debilitado en niveles extremos.

La pregunta entonces es si podemos y desde donde se podrían levantar iniciativas alternativas de comunicaciones.

Me parece, pero es solo mi opinión que se requiere de medios con mucha postura, como lo fue en su época la Radio Cooperativa o la Radio Tierra. La experiencia que ha estado promoviendo Pablo Iglesias en España con el Canal RED es muy interesante, pero es un canal altamente profesionalizado.

Lo que quiero decir, es que se puede tratar de un medio modesto, pero con altas aspiraciones lo que implica una alta inversión profesional y que además trascienda a la clase media. Lo interesante será cuanto es posible recrear alguna forma de “comunidad política” desde medios de comunicación alternativos.

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