Los Lazos estratégicos del Plan Cóndor Continúan. Entrevista a Alejandro Kirk

Programa Barba Roja, revista de Frente

El Plan Cóndor, símbolo de la represión coordinada en América Latina durante las décadas de 1970 y 1980, no puede comprenderse sin situarlo dentro de un contexto mayor: la política de seguridad continental promovida por Estados Unidos desde los años 60 y la expansión de los regímenes militares en la región. Esta iniciativa represiva nació como respuesta directa al avance de los movimientos revolucionarios, especialmente tras el impacto de la Revolución Cubana y los procesos de transformación social en países como Chile y Uruguay.

Origen y articulación del Plan Cóndor

Tras el golpe militar en Chile y el fin de la experiencia de la Unidad Popular, así como el crecimiento de organizaciones populares en Uruguay, se consolidó un entramado clandestino de cooperación entre las dictaduras del Cono Sur: Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y, en ocasiones, Bolivia.

Este sistema permitió que los servicios de inteligencia compartieran información, coordinaran operaciones y eliminaran opositores políticos más allá de sus fronteras. La llamada “unidad latinoamericana”, tantas veces evocada con ideales democráticos, se concretó brutalmente en forma de una red común de represión.

Aunque este entramado tuvo su centro operativo en Santiago y Buenos Aires, funcionó como una estructura transnacional en la que no existían límites territoriales ni políticos, legitimada por la doctrina de seguridad nacional y apoyada, directa o indirectamente, por Estados Unidos.

El factor menos visibilizado: la participación de Israel

Un elemento frecuentemente omitido en los análisis tradicionales es el rol desempeñado por Israel en la consolidación de los aparatos represivos latinoamericanos. Según el testimonio del diálogo, Israel proporcionó armas, entrenamiento, tecnología y asesoría a los servicios de inteligencia de gran parte de los países involucrados en el Plan Cóndor, así como a naciones centroamericanas en conflicto durante la misma época.

Incluso cuando Estados Unidos enfrentaba restricciones legales por parte del Congreso —como ocurrió con el embargo de armamentos para Chile impulsado durante la presidencia de Jimmy Carter— Israel funcionó como un canal alternativo para continuar abasteciendo y fortaleciendo a las dictaduras. Casos similares se registraron en Nicaragua, Guatemala y El Salvador.

Este vínculo, señala el análisis, no se ha extinguido: la mayoría de los países latinoamericanos mantienen hoy alianzas de seguridad y cooperación tecnológica con Israel, especialmente en áreas de vigilancia, inteligencia y software de rastreo digital como Pegasus.

Un Plan Cóndor que nunca terminó

Aunque el Plan Cóndor concluyó formalmente con el fin de las dictaduras, persisten estructuras de coordinación en materia de seguridad, inteligencia y vigilancia. La diferencia es que ahora estas alianzas se encuentran amparadas por marcos legales y acuerdos oficiales, bajo argumentos como la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, los desastres naturales o el crimen organizado.

La cooperación entre policías y militares de distintos países continúa siendo estrecha. Un ejemplo reciente es la coordinación entre Chile y Argentina en torno a las detenciones y traslados de dirigentes mapuche, lo que algunos especialistas interpretan como reminiscencias del espíritu transnacional del viejo Cóndor.

El nuevo contexto geopolítico: Estados Unidos y la doctrina Monroe del siglo XXI

La vigencia de estas redes de seguridad se conecta también con la visión estratégica de Estados Unidos sobre América Latina. Un documento reciente de la política estadounidense —mencionado en el diálogo— reafirma de manera explícita una actualización de la doctrina Monroe, definiendo a América Latina y el Caribe como un espacio estratégico cuya estabilidad y recursos deben protegerse en el marco de la competencia global, especialmente frente a China.

La presencia de una flota estadounidense en el Caribe y el reforzamiento de acuerdos militares en la región revelan una continuidad histórica: América Latina sigue siendo vista como un territorio clave para la seguridad, el control político y los intereses geoestratégicos de Washington.

Del Cóndor clásico al Cóndor digital

La represión sistemática, las desapariciones y los asesinatos masivos características del Plan Cóndor ya no forman parte del paisaje político actual. Sin embargo, su lógica se ha transformado. Hoy hablamos de un “Plan Cóndor digital”, sustentado en tecnología de vigilancia, cooperación cibernética e intercambio de información en tiempo real.

Los mecanismos modernos son menos visibles, pero también más amplios y, en muchos casos, legalmente respaldados.

Conclusión

El Plan Cóndor fue mucho más que un esquema represivo del pasado: fue la manifestación extrema de una arquitectura de poder continental que, bajo diferentes formas y pretextos, continúa vigente. Si bien las dictaduras desaparecieron, las alianzas estratégicas entre Estados Unidos, Israel y gran parte de América Latina se mantienen activas, redefinidas ahora por el lenguaje de la seguridad, la tecnología y la geopolítica global.

Comprender esta continuidad es crucial para evaluar los retos actuales de soberanía, derechos humanos y autonomía regional en un mundo donde la vigilancia y la inteligencia se han convertido en herramientas centrales del poder estatal.

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