Ya desde hace un par de meses que el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, ha venido señalando la necesidad de un nuevo “pacto social”. Para esa cruzada, Desbordes acaba de reclutar a un viejo amigo de la derecha chilena, el actual senador José Miguel Insulza. El primer paso público fue suscribir un documento cuya intimidad política da cuenta de lo que viene sintiendo este bloque político en el poder desde hace 30 años: es cierto, hubo días en octubre en que el mundo que conocían parecía venirse abajo, que todo ese paisaje Neoliberal iba a sucumbir bajo el fuego que regaba generosamente la Patria. Pero el susto ya pasó. Sólo un pueblo muy bravo, o con mucha hambre, podría cuestionar la letalidad de ese bloque en el Poder cuando se siente amenazado.
La idea de un acuerdo por arriba, bien a espaldas de la gente, para garantizar formas de gobernabilidad que aseguren la rentabilidad de esto que llaman Democracia, y que por cierto no tocan el modelo, es lo que vimos esa noche de noviembre cuando parlamentarios y presidentes de partidos sellaron con abrazos, apretones de mano, firmas y declaraciones acerca de lo “histórico” de ese momento. Un intento de intervenir por arriba la revuelta social que iba en ascenso por abajo que no funcionó. La idea de un 26 de abril, con un plebiscito para un proceso constituyente definitivamente no fue algo que haya detenido a la gente ni paralizado el proceso de movilización que había encendido a Chile. La gente siguió en las calles.
Piñera, desde su miserable 6%, logró que una parte de la oposición entendiera que si caía él, caía el modelo y con eso caían todos. No sólo la derecha hizo su negocio durante 30 años, gran parte de la Concertación también lo hizo y en lugar de dar cuentas por ello cerraron filas con el gobierno y pusieron sus votos a disposición de un gobierno moribundo que se puso de pie gracias a la policía, las FFAA y un paquete legislativo altamente represivo que fue aplaudido en Casa Piedra. Un día, tarde o temprano, la Democracia Cristiana, el PPD, el Partido Radical y el Partido Socialista tendrán que pagar las consecuencias de todo esto.
Sólo la pandemia puso en pausa el coraje colectivo del pueblo. Sólo un fenómeno global trajo paz al corazón agitado del Neoliberalismo y sus sostenedores.
Con todo y pese al tono épico del relato, hay que declarar sin mucho rodeo que vamos perdiendo. No hay nada en este modelo ni en su proceso de blindaje militar y político que haya sido alterado sustancialmente como para temer, en serio, que ese conjunto de privilegios que sostiene podrían haber caído. Al final del proceso político de la revuelta, todo el andamiaje, toda la estructura, todo eso que llamamos Neoliberalismo, se mantuvo y se mantiene intacto.
Hoy, siete meses después del estallido, el modelo y su blindaje constitucional es lo que quieren seguir enchulando. El llamado de Desbordes e Insulza no busca transformar nada, su discurso puede hacerle sentido a alguna gente que se queda con el titular de la prensa, pero en la práctica se trata de una operación política que seguirá profundizando este modelo que nos ha privado de todo en uno de los peores momentos para la historia de la humanidad: es la constitución y la creencia religiosa en el modelo la que nos dejó sin retirar parte de nuestros ahorros previsionales para resistir el coletazo económico de la pandemia, la que impidió congelar el pago de cuentas de servicios básicos y deudas por créditos hipotecarios y de educación. Todo lo que necesitábamos para hacer una cuarentena con dignidad, sin hambre ni grandes sobresaltos fue declarado inconstitucional. Ni el presidente, ni el congreso, nadie toca el modelo.
Quizás octubre sea para la clase dirigente, para el bloque político en el Poder y el empresariado, algo así como un fantasma que les despierta o que les altera un poco el sueño de vez en cuando. Tampoco es que creamos que debe ser muy duro ser rico y andar pendientes de que en cualquier momento se les incendie el país. Puede que Octubre siga siendo un fantasma que no deja fluir la paz que compran a diario y para nosotros y nosotras puede que Octubre sea la música, la anécdota y el aliento que nos alimente el alma por largo tiempo. Octubre seguirá resonando en nuestro pecho como el cántico alegre de la muchedumbre que se movilizaba hasta el centro de las ciudades para estremecer como si fueran un himno todas las calles, las avenidas y las plazas. Hay varias generaciones que no van a olvidar un sólo día de todos los días que nos emocionaron hasta el llanto al vernos de nuevo tan inmensamente pueblo.
Es en este tránsito histórico que se nos viene Desbordes e Insulza con esta cruzada que busca refrendar el consenso neoliberal que se reprodujo durante estas tres décadas. La idea de un nuevo pacto social al que ya están convocando a Frei, Lagos y Bachelet, busca reforzar las bases legislativas, económicas y militares para garantizar que esta Democracia de utilería que nos ofrecen siga siendo la mejor expresión política de un régimen político sin pueblo, con un cerco legislativo que castigue toda forma de desobediencia y unas FFAA y policiales que garanticen el restablecimiento del orden público sin importar el costo en ojos o en vidas. Todo esto en medio de una pandemia.
Es un escenario político muy adverso. El sueño de toda derecha es gobernar sin oposición y en Chile esa derecha vive su mejor tiempo: luego de haber estado en el suelo, hoy se protege, blinda el modelo, se fortifica y desde ahí avanza. El pequeño sector opositor del congreso que no firmó el acuerdo de paz de noviembre, lamentablemente no alcanza para hacer una verdadera diferencia, el régimen presidencialista los arrastra y los mezcla con los partidos cuyos proyectos políticos son en apariencia críticos al modelo, pero en la práctica incapaces de traducir eso en una política certera, de acompañamiento a los procesos de lucha popular y finalmente demasiado complacientes con la derecha parlamentaria. A la luz del escenario que se va articulando en torno a este “acuerdo nacional” que proponen Desborde e Insulza, y tomando como referencia la complicidad política con el bloque concertacionista demostrado en el último tiempo, no sería extraño que una vez más el Frente Amplio caiga en la lógica de la política a espaldas de la gente y termine poniendo su firma en un pacto social –que seguro dirá cosas bonitas- pero que en la práctica será más Neoliberalismo. Por lo general las disculpas las dejan para el día siguiente.
Creemos que el Chile que viene lo define Octubre, las aspiraciones, las lecciones y las demandas están en pausa obligatoria por la pandemia, pero todo indica que no hay un carácter ni transitorio ni provisorio en la lucha desplegada por cientos de miles de habitantes en Chile. La rabia, como la esperanza, están ahí, cualquier noche puede salir el sol.
El futuro es sin Ustedes.
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