En el día mundial de la Tierra nos declaramos en emergencia vital. El sistema capitalista que consume nuestra vida es, también, extractivista, y va consumiendo la Naturaleza sin escrúpulos ni límites. Va secando el agua de los valles, ennegreciendo el cielo y asesinando comunidades, llegando al punto que el Estado, las denomina Zonas de Sacrificio. Los científicos advierten que, de no detener esta máquina de contaminación y destrucción, nos veremos enfrentados, en un par de años más, a 2° o 3° grados Celsius de temperatura por sobre el promedio actual.
Lamentablemente los que sufrimos, y sufriremos, las consecuencias de este cambio climático irreversible y antrópico, somos los pobres del mundo, vulnerados en nuestros derechos. Jamás el Estado nos ha provisto de viviendas dignas que puedan enfrentar las duras amenazas climáticas, ni el mercado nos ha permitido acceder a ellas. Chile suscribió, el año 2016, a los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), un acuerdo para avanzar a la carbono-neutralidad, comprometiéndose, entre otras cosas, a crear ciudades y comunidades sostenibles, pero seguimos viviendo en infraestructuras vulnerables, sin acceso a áreas verdes, ni equipamientos que puedan capear el calor. Somos personas profundamente enfermas, tanto físicamente como psicológicamente, pues nunca hemos tenido acceso a salud, ni menos a educación acerca de cómo debemos alimentarnos o sanarnos.
En vano se firman acuerdos internacionales por el cambio climático, estamos sumidos en la pobreza ambiental, con un sistema productivo vulnerable, totalmente expuestos a todos los riesgos climáticos que, en su mayoría, no son de un origen natural sino antrópico. Es decir, producidos por el ser humano, con consecuencias tales, como el hecho de que el 25% de la sequía en nuestro país, sea provocada por los gases de efecto invernadero. De igual modo, nos gustaría saber qué porcentaje de la sequía es producto del robo de agua y del abuso en su uso. Sin duda, adaptarse a las consecuencias del cambio climático, implica la transformación de la mayoría de las estructuras sociales, económicas, públicas y políticas. Solo así, se podrán enfrentar de mejor manera las amenazas climáticas. Una de las cualidades intrínsecas del ser humano y de las comunidades, es la resiliencia. La cual permite a las personas y a las comunidades transformarse a sí mismas, y enfrentar de mejor manera ciertas amenazas. No cabe duda que la revolución del 18 de Octubre, en su esencia, es un acto de resiliencia. Esta revolución detonó en la calle, pero no se apagará ahí, sigue agitando y organizando territorios, pues es una consecuencia de años de lucha, de resistencia, fuerza y valentía. Comprendemos que somos hijos e hijas de la Tierra, que, si la Tierra muere, morimos con ella.
Exigimos al gobierno que firme lo antes posible el Acuerdo de Escazú, por el acceso a la información, por la participación pública, pero, sobre todo, por la protección de nuestros defensores y defensoras ambientales, para que exista un reconociendo legal, protección y promoción de sus derechos.
Por el autogobierno y la libre determinación de los territorios, hasta que la dignidad se haga costumbre.
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