Incluso en la peor derrota siempre hay semilla de victorias

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Esta mañana miles de trabajadores de Homecenter volvieron a sus lugares de trabajo luego de mantener por 26 días una huelga que finalmente les reportó un reajuste salarial incluso menor que el del sector público -un 2% sobre el IPC- cifra bastante baja en relación a las expectativas con las cuales se inició la histórica movilización.

Así las cosas, da la impresión de que se trata de una derrota profunda para las y los trabajadores del retail, esa parte del modelo económico que multiplica varias veces y en pocos años las fortunas más importantes del país.

Si se trata de cifras, pues si, una de las empresas del grupo Bethia le asestó a sus “colaboradores” un durísimo golpe que al final del proceso terminó por demostrar toda su imborrable pequeñez moral. Frente a la dignidad de miles de trabajadores, los dueños del Capital no escatimaron en recurso alguno para atacar la huelga, para denostarla, para perseguir y despedir trabajadores para –finalmente- sin el menor atisbo de vergüenza señalar que la huelga le había hecho un “profundo daño a la imagen de la compañía”.
Yo no sé si algún trabajador de Homecenter leerá estas palabras, uno quiere creer que si. Es de nuestro deber, es de nuestra colectiva obligación, decirles que sabemos que ninguna palabra bonita reemplazará esa parte del reajuste salarial que no se ganó. En su liquidación faltará algo que uno de los grupos empresariales más poderosos del país simplemente les negó. Pero permítannos un breve momento para expresarles nuestra admiración.

Para nosotros, observadores del proceso, para nosotros y nuestros esfuerzos por difundir y acompañar la huelga y las demandas salariales, se queda en las calles la voz de ustedes, su paso decente por las calles, los carros bloqueando accesos de tiendas y el rostro hermoso de sus hijos que vieron en la cara de sus padres probablemente la lección más hermosa que se les podía transmitir.

Nos duele cada derrota de las y los trabajadores, pero esta vez nos asiste sin duda alguna la sensación de que la desobediencia y el corazón que le pusieron les enaltecen de una manera extraordinaria. En adelante la historia se escribirá de una manera distinta y el conjunto de aprendizajes debe superar prontamente el sabor amargo de estos días. El Patrón es patrón, no importa de qué manera se disfrace, no importa cuántos millones ponga en la Teletón. Y los trabajadores son trabajadores, no son colaboradores.

Los colaboradores son invenciones empresariales, las y los trabajadores tienen pasado, son historia, mueven el mundo y cada victoria anotada en décadas de lucha es una cuestión que costó sangre, sudor y lágrimas.

En adelante el camino es profundizar la organización, extenderla, fortalecerla. Practicar un sindicalismo de clase y combativo y mirar a su alrededor, grabarse de manera definitiva la mano que estudiantes, pobladores y otros trabajadores les extendieron. Esa forma de solidaridad es la que nos hace invencibles como clase y como pueblo.

Nunca solos.
#QueElPuebloMande

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