Fidel: Batallas e ideas.

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“Que tiemble la injusticia cuando lloran, los que no tienen nada que perder, que tiemble la injusticia cuando llora, el aguerrido pueblo de Fidel”.

Silvio Rodríguez

Despedimos físicamente hoy a uno de los más trascendentes conductores de nuestra américa y nuestros pueblos, el dirigente político  que más arduamente enfrentó al capitalismo contemporáneo atravesando cuantas formas de producción, avances tecnológicos, estrategias diplomáticas, militares y culturales puso éste en práctica durante más de medio siglo.

Una figura cubana y universal cuya versatilidad lo hace un revolucionario de todos los tiempos, tal como Cuba misma ha sido capaz de construir su propia historia, fuera de la que impone el llamado primer mundo. Así como al decir del historiador Eusebio leal “Fidel es la riqueza de Cuba” La estatura histórica de su figura se expande generosa en todo nuestro hemisferio y los continentes del mundo como riqueza de los pueblos.

Siguiendo a Leal: No un infalible, pero si alguien que exige culto a la verdad. Y así como resultan insuficientes las más abarcadoras definiciones de Fidel, así como intentamos comprimirlas en el concepto de Revolucionario, también se abre como un desafío el impacto profundo de su figura histórica en la memoria de las generaciones, las culturas y las luchas pasadas, presentes y futuras. ¿Admiración, asombro, orgullo, ejemplo, amor, abrazo, esperanza, entereza, lealtad, firmeza de volcán, marea, cántaro de solidaridad, lámpara de esperanza, sol? Para los miserables que conspiran en sus oficinas imperiales para tapar el sol, ahí tienen uno. No podrán soportar tan soberana dignidad, no podrán apagar tal reverso del odio.

Tuvo lugar en la isla de Cuba. Allí la tesis martiana de que “toda idea justa lleva en si misma su realización” configuró ya en el siglo XIX el deseo de una identidad y una nación como práctica política inevitable: la lucha revolucionaria para poder nacer como “República con todos y para el bien de todos”. La “guerra necesaria” contra la corona Española dio lugar a la fundación del Partido Revolucionario Cubano, pionero en nuestro continente: “la verdad quiere cetro” había escrito Martí, el gran inspirador.

Con la gloriosa generación del centenario en 1953, se sintetiza más que un programa, un ideario y una estrategia político militar en el escenario de la lucha de clases,  que bajo la conducción política de Fidel enrumba el triunfo de la gran rebelión de obreros y campesinos que el primero de enero de 1959 pondría fin al neocolonialismo, abriendo  cauce a la libertad de Cuba y a su nuevo lugar en Latinoamérica y el mundo.

Estados Unidos había caído hacía sesenta años “con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América” y la inmediata ofensiva imperialista contra la mayor de las Antillas apuró al viejo topo de la historia a inscribir el socialismo en la genética misma de la Revolución; proyectando hacia adelante un proceso de integración de tradiciones, conocimiento directo e indirecto, creatividad política y revolución dentro de la propia teoría de la revolución. Cuantas conquistas tangibles e intangibles, descubrimientos y posibilidades nos irradia la espiral que es Fidel desde ahí en adelante, cuantos aprendizajes quedan y desafíos que en Chile necesitamos abordar y asimilar más juntos de lo que hemos podido.  Para hacerlo es condición amanecer conscientes de la necesidad de esa revolución y de Fidel en el mundo presente y desde luego en nuestras vidas.

Fidel es Cuba” decía una trabajadora de la isla hace poco. Y podríamos agregar con palabras del poeta José Lezama Lima: “La mar violeta añora el nacimiento de los dioses, ya que nacer es aquí, una fiesta innombrable”. ¿Cómo ha podido existir y resistir Cuba como proyecto de superación de un capitalismo, y como vanguardia práctica de los pueblos en la lucha por la defensa de la Humanidad, el freno al exterminio, como ejemplo luminoso de sacrificio y consecuencia a los pueblos del mundo?

Ya sabemos que en medio y por sobre el asedio y guerra permanente de la mayor potencia de la historia, Cuba supo construir una sociedad superior, más justa y plena que la posible dentro del capitalismo, y aún en medio de sus propias contradicciones y búsquedas, el socialismo cubano dio pasos únicos en las condiciones de vida y dignidad de las mayorías, tal como lo demuestran sus indicadores de todo tipo en desarrollo humano y sus conquistas sociales, preservadas aún en medio de la mayor crisis económica –inducida- que haya sufrido ese país tras perder otra vez sus mercados. Desde los inicios del criminal Bloqueo que los más cínicos omiten o en la crisis de Octubre -cuando no toleró inspectores militares en su territorio-  o en la autodestrucción del socialismo real, no hay otro ejemplo histórico más claro y firme de resistencia ante los dueños del mundo, ante cuyas narices precisamente en estos días, independencia y socialismo vuelven a ser reafirmados como una realidad indivisible para el pueblo cubano.

Los desafíos de Cuba y la confrontación con el enemigo imperialista, siempre empalmados con los de Nuestra América, consistentes con las luchas del planeta en los escenarios de la expansión capitalista a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y el XXI, han puesto también la solidaridad y el respeto a los pueblos en el lugar más elevado que hayamos conocido. En cada contexto y circunstancia de ese tipo ahí han estado Cuba y Fidel. La causa de la unidad de nuestros pueblos contra el enemigo común que pautea a las instituciones financieras, diseñadas para saquear y estrangular al tercer mundo desde hace más de 70 años; enemigo que administra la política de nuestros países ya sea con dictaduras o democracias aparentes y que dirige culturalmente nuestras sociedades, ha tenido en Fidel un estratega y un combatiente imbatible. El internacionalismo aprendido de Gomez y Martí, cultivado por Mella, Villena y el propio Fidel en días del Bogotazo y más tarde con vigoroso ejemplo por el Ché, quien escribiera: “Vamos, ardiente profeta de la aurora, por recónditos senderos inalámbricos, a liberar el verde caimán que tanto amas” hacen de Cuba una nación hermana de los pueblos que se alzan para emanciparse. Los ejemplos serían interminables.

Cuba tiene razón. En la solidaridad con la lucha anticolononialista especialmente en Africa, Medio oriente y América Latina, en la unidad tercermundista contra la deuda externa y el saqueo del  orden económico mundial. En el enfrentamiento y denuncia de las consecuencias desastrosas de la especulación financiera y en la lucha de la especie por sobrevivir en contexto de catástrofe alimentaria y ambiental, Fidel ha levantado “trincheras de ideas” que una y otra vez avanzan contra la fantasía de un capitalismo “humanizado”. Su pensamiento auténtico, visión abarcadora su escucha profunda, han mostrado caminos en la permanente construcción de un mundo nuevo y el error de creer que “se trata de algo ya sabido”, pues como ya ha sucedido tantas veces, los procesos sociales pueden ser reversibles no solo por la acción enemiga sino por sus propios errores. No solo la autocrítica imprescindible siempre dentro de la revolución, sino también la alerta ante los engañosos reacomodos de los poderosos, a la “miel del poder” que amenaza los procesos por dentro. Su pensamiento se eleva a lo largo del tiempo sobre oportunismos y traiciones desplegando una “batalla de la ideas” inacabada aun plenamente consciente de que  “con prédica sola no se crea la conciencia revolucionaria …se crea con los hechos revolucionarios”.

Así como Fidel es Cuba, Fidel es nosotros y nosotras, nuestras luchas que aprenden. Sepámoslo y honrémoslo dando esa batalla de las ideas que nos exige renombrar las cosas, rehacer sus conexiones para “transformar todo lo que necesita ser transformado”, desde nosotros mismos hasta la esclavitud capitalista.

“Patria es humanidad”, señalaba Martí. Y ya no se puede entender el mundo y esta época sin Fidel. Deja escrita en la historia contemporánea la necesidad de la lucha y la posibilidad irrenunciable de vencer, tal como Cuba encarna profundamente esa determinación en la memoria de los pueblos. Tal como el pueblo cubano concibe a la figura de José Martí de Nuestra América como la clave de su identidad y su destino, podemos concebir en el centro de presente y futuro las ideas de justicia, independencia y socialismo, a Cuba y a Fidel.

Hacia adelante, inspirando y nutriendo la reflexión de las mujeres y hombres comprometidos del mundo, alentando la acción de los revolucionarios, la estatura histórica de Fidel Castro Ruz, a quien diez emperadores no doblegaron nunca, nos llama a enfrentar con tenacidad, sin rendirnos jamás, las condiciones históricas más adversas que puedan tocarle a la causa de la emancipación de nuestra especie.

Con Fidel, como en Playa Girón: Cuba vencerá, la humanidad vencerá.

 

 

Discurso pronunciado por el compañero Javier Sandoval en la ciudad de Concepción.

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