Cualquier persona medianamente culta que lea la prensa del fin de semana podría llegar a concluir que estamos viviendo un periodo político terminal para la Nueva Mayoría y la emergencia de un nuevo bloque político del todo honesto, novedoso y progresista. Los frente-amplistas.
Si bien el nudo más complejo de la trama política palaciega la alimenta la relación entre la DC y los comunistas, al final lo pintoresco de la situación cayó de la mano del diputado Aguiló y el Senador Navarro. Izquierda Ciudadana –Aguiló- anuncia que se van de la Nueva Mayoría pero no abandonan sus puestos de gobierno. Navarro del MAS anuncia que se va de la Nueva Mayoría, pero sin el MAS. Si, tal cual leyó. Así entonces, lo que la prensa pinta de tragedia en el fondo no son otra cosa que rencillas pequeñas de palacio que se resuelven con un café a la hora en que la gente tiene que estar trabajando. Pura siutiquería.
El comidillo DC-PC y las renuncias no-renuncias de Aguiló y Navarro reflejan en serio que la profundidad de la crisis política por la que atraviesan como bloque político no tiene que ver con que se tiren de las mechas por la prensa, su problema de fondo es que el ejercicio de la política sin épica y sin pueblo en algún momento les tendrá que pasar la cuenta y nótese que ni siquiera estamos advirtiendo que eso sea algo que esté sucediendo hoy.
Al final, desde los espacios institucionales que conquistaron, le dieron pega a sus militantes y como partidos se dedicaron a co-gobernar con la otra derecha desde el Congreso. El sentido de la política, de lo político y la crisis del neoliberalismo finalmente son grietas que se vienen dibujando desde la calle, primero en Educación y ahora con el sistema de pensiones. Los Arrate, los Martner, los Navarro o los Aguiló derechamente nunca estuvieron para construir una fuerza política que destruyera lo que venían haciendo y que no era otra cosa que aplicar lubricante en enormes cantidades para que el modelo de Pinochet fuese más digerible.
¿En verdad esperan que los 20 años que fueron militantes concertacionistas se olviden y que se olvide también que después de esos 20 años al bacheletismo no renunciaron nunca?. ¿En verdad se espera que la rehabilitación política de viejos mañosos, amarillos y maquineros se haga de la mano de liderazgos juveniles del tipo Jackson o Gabriel Boric?. Van a poner a los cabros frente al micrófono, ellos estarán detrás de los periodistas y le van a llamar Frente Amplio. No les da ni para un poquito más, y lo decimos porque en esta otra parte de la política, la que no televisan, estamos nosotros, y acá no existen, no los vemos nunca, sus zapatillas no tienen el polvo de las nuestras ni nuestras casas chicas y los pasajes estrechos forma parte de la geografía política de sus proyectos. Realmente creen que el país lo transforman armando bloques, se convencieron que la gente participa cuando vota y lo que no vota no existe. Pero su artillería de redes sociales no altera nuestra realidad ni la de nuestros vecinos y cuando entendimos eso decidimos construir nuestro propio instrumento político, sin Ustedes, sin la vieja mañosería, sin su amarillismo pasado a neoliberalismo y sin sus máquinas de castración política.
Toda esa vieja guardia que no pudo ser nunca profeta en la Concertación y que tampoco pudo serlo en la Nueva Mayoría, requiere para su ego de sangre joven y dispuesta, nos alegra profundamente la marginalidad de nuestro proyecto, nuestra distancia con ese mundo, nuestra política de alianzas definidas en asambleas de vecinos. Nos alegra profundamente ver por la tele como sus rencillas de palacio, sus trifulcas ficticias y su artificio discursivo no altera ni remotamente este pueblo que somos.
Reflotar hoy –una década después que lo planteara el Movimiento SurDA- la idea de un Frente Amplio solo demuestra la tragedia de una generación que se quedó sin ideas y de otra que cree que ene sa vieja guardia puede brotar algo bueno para la izquierda.
De todas maneras, creemos que los Arrate, los Martner, los Navarro y los Aguiló sí pueden hacer un aporte a estos tiempos: tomar sus cosas, pedir disculpas e irse a escribir sus memorias a alguna cabaña de Papudo o Maitencillo.
Que los Pueblos Manden!
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